Neurodesarrollo cerebral: ¿Qué sucede durante la adolescencia?

La adolescencia también constituye un periodo crucial de la vida en la cual se producen cambios importantes en la estructura y función cerebrales del individuo que resultan de crucial importancia para el correcto desarrollo de su identidad y autonomía personal. Conocer mejor la naturaleza de dichos cambios puede facilitar nuestra comprensión como padres de esta etapa, que en ocasiones puede ser un periodo desconcertante y lleno de retos.
Durante la adolescencia, el crecimiento físico y la maduración corporal se hacen más evidentes que en la etapa escolar, lo que a su vez se acompaña de unos cambios profundos en la estructura cerebral. Y es que, durante la adolescencia, el cerebro sufre una reorganización estructural que le dota de nuevos circuitos y conexiones, que posteriormente darán sustento a todo el proceso de pensamiento analítico que caracteriza al adulto.
Es decir, en una primera etapa de la infancia se crean una serie de circuitos cerebrales que permiten al ser humano realizar una serie de funciones básicas y necesarias (control motor, manipulación, desarrollo social y del lenguaje), pero es en la adolescencia cuando se desarrollan y maduran todos aquellos circuitos que permitirán perfeccionar sus capacidades cognitivo-conductuales y emocionales.
Por otra parte, en este periodo de la vida no solo se afianzan los circuitos que regulan las funciones ejecutivas y que permiten una correcta integración entre el cerebro racional y el emocional, sino que además se eliminan todos aquellos que carecen de utilidad mediante un proceso de “poda sináptica”. Además, todo este proceso también se autorregula y modula con el aumento de las hormonas sexuales propias de este periodo de la vida, que también intervienen en el desarrollo mental y socioemocional del adolescente.
Sin embargo, no todo es biología y genética. Como seres humanos, estamos constantemente expuestos a una serie de influencias socioculturales y ambientales que dejan una huella única e irrepetible en cada uno de nosotros. Lo que ocurre es que durante la adolescencia somos más vulnerables a estos estímulos debido a la “inestabilidad” propia de los circuitos cerebrales que se encuentran en pleno desarrollo de sus capacidades a estas edades.
Existen diferencias de género en la forma de procesar y manejar el estrés y las diferentes experiencias a las que nos vemos expuestos. Por ejemplo, el cerebro femenino es más sensible a la aprobación social y a los matices emocionales; busca agradar y ser aceptado en su grupo de pertenencia (los estrógenos activan la liberación de dopamina y oxitocina, facilitándose a través de sus relaciones sociales con iguales). Por su parte, los chicos la testosterona favorece la secreción de serotonina, que cumple un rol importante en la regulación de la agresividad y estimula la competitividad.
Como conclusión, el cerebro sufre toda una transformación a lo largo de los primeros años de vida que se mantiene hasta la adultez. Al igual que en las diferentes etapas del desarrollo del niño, el establecimiento y la consolidación de los circuitos cerebrales se modela con las experiencias de vida, la educación, la estimulación y el apoyo ambiental recibidos.