Melanoma: un cáncer de piel potencialmente grave que se puede prevenir

El melanoma es un tipo de cáncer de piel que, si no se detecta a tiempo, se puede extender a otros órganos, a menudo con consecuencias mortales. De ahí la importancia de prevenirlo y de tratarlo lo antes posible.
El melanoma es un tipo de cáncer que se inicia en los melanocitos, unas células cuya función consiste en fabricar melanina, el pigmento que da color a la piel. Los melanocitos se suelen agrupar, formando lunares, que no suelen dar ningún problema. Pero, a veces, los melanocitos dejan de funcionar con normalidad. Debido a una mutación, empiezan a crecer de forma descontrolada, provocando lesiones o tumores. Esta afección se conoce como cáncer.
Cuando un melanoma se detecta pronto (cuando todavía se encuentra en la superficie de la piel), se puede curar. Pero, si el melanoma no se trata, puede seguir creciendo hasta llegar a los vasos sanguíneos y el sistema linfático. Estos dos sistemas actúan como autopistas para las células cancerosas, permitiéndoles un fácil acceso a órganos distantes, como los pulmones o el cerebro.
¿Cómo se convierte un melanocito normal en un melanoma?
Por una combinación de factores genéticos y ambientales. Uno de los factores más importantes son las lesiones provocados por los rayos UV. Con el paso del tiempo, las células lesionadas por estos rayos son más proclives a convertirse en células cancerosas. La exposición ocasional al sol es la que tiene el mayor potencial de aumentar el riesgo de melanoma.
Entre los adolescentes y los adultos jóvenes diagnosticados de melanoma, la mayoría son usuarios de camas bronceadoras y se han expuesto a dosis “concentradas” de rayos UV. El índice actual de melanoma tiene mucho que ver con las ideas erróneas sobre el bronceado que la gente tenía años atrás.
Se creía que era seguro y hasta saludable impregnarse de aceite bronceador y broncearse durante todo el tiempo que se quisiera. Se pusieron de moda las camas bronceadoras y las lámparas faciales, y muchas personas empezaron a creer que conseguir un “bronceado de base” en interiores era más seguro que exponerse al abrasador sol del verano.
Factores de riesgo para desarrollar un melanoma
En la actualidad, estamos mucho más informados. Pero todavía hay factores de riesgo que aumentan las probabilidades de desarrollar un melanoma: tez clara y cabello rubio o pelirrojo; tener muchos lunares; exponerse a los rayos UV (del sol o de una cama bronceadora); antecedentes de quemaduras solares graves o frecuentes; parientes con melanoma o antecedentes familiares de lunares irregulares; ser mayor; y haber tenido un melanoma previamente.
De todos modos, la gente joven, de piel oscura y sin antecedentes familiares de cáncer también puede desarrollar melanomas.
Signos y síntomas
Muchos melanomas empiezan como un lunar o una protuberancia en la piel. Lo más revelador es que el lunar experimente cualquier tipo de cambio, sea en tamaño, forma o color.
Por eso es muy importante que observes bien la piel de tu hijo y te hagas una imagen mental, como línea base, para detectar cualquier cambio en cuanto aparezca. Si un lunar cambia, o si encuentras un lunar nuevo o uno que ha empezado a picar o a sangrar, consulta al médico o pediatra de inmediato. Si él sospechara la existencia de un melanoma, le haría una biopsia para saber si sus células son cancerosas y predecir el riesgo de propagación.
Tratamiento
El tratamiento dependerá del tamaño y profundidad de la lesión, de en qué parte del cuerpo se encuentra y de si el cáncer se ha extendido.
Se suele tratar mediante una operación para eliminar la lesión y, posiblemente, radioterapia o quimioterapia, si el médico sospecha que las células cancerosas se han extendido a otras partes del cuerpo.
Prevención
La mejor forma de prevenir el cáncer es limitar la exposición al sol: no exponer en ninguna medida a niños menores de 6 meses al sol y, en niños de 6 meses en adelante, utilizar protector solar con un factor de protección (FP) de por lo menos 30 todos los días.
Otras formas de prevenir el cáncer de piel son: evitar la exposición al sol más fuerte del día (entre las 10 y las 16 horas); asegurase de que los niños entienden el peligro de broncearse utilizando camas bronceadoras; estar pendiente de sus pecas y lunares o asegurarse de que ellos se los controlan a menudo (si ya son adolescentes); implicar a los hijos (primero) y responsabilízalos (después) de su propia seguridad frente al sol; ser un buen ejemplo en este campo.
Acceso a la fuente de consulta:
Melanoma.Kidshealth. [Fecha de consulta: 04/07/2016]