Fiebre reumática en la infancia

20/07/2018
Si bien en la actualidad la fiebre reumática es una enfermedad poco frecuente en países desarrollados por la accesibilidad a la atención sanitaria y a un diagnóstico y tratamiento antibiótico adecuado, aún sigue siendo un problema de salud relevante en países en vías de desarrollo
 
Así mismo, al ser una enfermedad crónica, aún en países desarrollados podemos observar las consecuencias que produce la fiebre reumática en personas mayores que la desarrollaron en su juventud. Así, no es infrecuente escuchar a personas en la tercera edad referir que tienen inflamación de las articulaciones o que han tenido que operarse de las válvulas del corazón por causa del “reuma”.  

¿En qué consiste la fiebre reumática?

La fiebre reumática es una enfermedad inflamatoria autoinmune que afecta fundamentalmente al corazón, al sistema nervioso y a las articulaciones. Se desencadena en personas predispuestas genéticamente por una infección por una bacteria, el estreptococo del grupo A o Streptococcus pyogenes. Dicho germen produce faringoamigdalitis – “anginas” – y su manifestación en piel, la escarlatina, de forma habitual en niños con edades comprendidas entre cinco y quince años. 
 
Durante la infección de garganta se liberan componentes del estreptococo que son similares a tejidos humanos. Estos componentes producen una respuesta inmunológica, de las defensas del organismo para combatir la infección que, en algunas personas, al mismo tiempo dañan los tejidos del corazón, el cerebro y las articulaciones. 
 
El diagnóstico de la infección estreptocócica en la actualidad es sencillo y rápido, mediante la realización de una prueba de diagnóstico rápido en una muestra tomada de la faringe (faringotest o estreptotest) y se trata con antibiótico, generalmente penicilina o amoxicilina. 
 
Hay que tener en cuenta la importancia de completar el tratamiento antibiótico (habitualmente diez días) para minimizar el riesgo de padecer una fiebre reumática.  

¿Qué manifestaciones produce la fiebre reumática?

Dado que la enfermedad requiere de la reacción de las propias defensas, las manifestaciones no se producen hasta dos o tres semanas después de una escarlatina o de una faringoamigdalitis estreptocócica. 
 
La manifestación más frecuente es la inflamación de articulaciones de gran tamaño (rodillas, tobillos, codos). Suele producirse de forma migratoria, es decir, cambiando de una a otra articulación en cuestión de días. 
 
En cambio, la manifestación más grave es la inflamación cardiaca, que ocurre al alrededor de la mitad de personas con fiebre reumática. Puede inflamar cualquiera de las tres “capas” que tiene el corazón (pericardio, miocardio y endocardio), pero la forma más típica es la afectación de las válvulas cardiacas, sobre todo la válvula mitral. La reacción inflamatoria produce lesiones en las válvulas (estenosis, insuficiencia o ambas), que pueden precisar de recambio por una prótesis en caso de ser severas. 
 
La afectación del tejido del cerebro es menos frecuente y puede producir movimientos involuntarios e incoordinación de los músculos de la cara y de extremidades superiores, debilidad y labilidad emocional. Este cuadro se conoce como Corea de Sydenham o, coloquialmente, como Baile de San Vito. 
Las manifestaciones en la piel en forma de manchas evanescentes (eritema marginado) o de pequeños bultos indurados (nódulos subcutáneos) son menos frecuentes. 

¿Cómo se diagnostica?

Al igual que otras enfermedades reumatológicas, no existe una prueba diagnóstica de laboratorios para la fiebre reumática
Su diagnóstico se realiza cuando se reúnen en una persona la evidencia de una infección reciente por estreptococo del grupo A y varias manifestaciones sugestivas de los antes mencionados.

¿Cuál es su tratamiento?

El tratamiento de la fiebre reumática consiste en:
  • La erradicación de la infección por estreptococo del grupo A mediante la administración de antibiótico. 
  • El tratamiento antiinflamatorio, con antiinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno o el ácido acetilsalicílico, o bien con corticoides, en función de la gravedad.
La prevención de las recaídas tras un primer ataque de fiebre reumática se basa en la administración de penicilina intramuscular cada cuatro semanas durante los años siguientes al diagnóstico.
 
La duración de la prevención ha de individualizarse en función de la edad del niño y del alcance de la enfermedad, pero se recomienda un mínimo de cinco años.
 
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